El sufrimiento: oscilador armónico simple y, la muerte.

Γ(z)
3 min readFeb 26, 2024

A EULER

Me gusta imaginar que el sufrimiento profundo es antesala, es condición necesaria y cuna de los momentos de felicidad pletórica que, natural ó, mecánicamente, compensarán el dolor.

Podríamos, incluso, describir esta ilusión que he hecho mía a partir de un oscilador armónico simple que comienza en reposo, haciendo un ángulo phi radianes con la vertical: un péndulo del sufrimiento en el que la energía mecánica se conserva para expresar un máximo de tristeza ahí donde la partícula ha llegado al nadir. Dolor que cederá a medida que esta vuelve a alejarse de la vertical.

La muerte escapa a este espejismo: contraejemplo irremediable. No es un preludio, es definitivo: un punto y final al movimiento del oscilador armónico. La partícula ha abandonado la cuerda modelo. No hay recompensa suficiente .

La muerte de quienes amamos es casi deletérea cuando no se es lo bastante viejo (dosis precisa cuando se es): cota superior del conjunto del dolor. Pero, es tan aguda que no pertenece: incompletitud. Quizá, es por ello que el hueco de una ausencia de este tipo se cansa de acompañarnos para convertirse en algo parecido a una superficie que se extiende hasta ser frontera: una cobertura elástica sobre nuestra piel que se comprime hasta ahogarnos en el instante en el que la consciencia del estado actual del sistema amenaza con abarcarlo todo: con recordarnos el carácter irreparable del concepto abstracto de muerte aplicado a esta particularidad que, de cierto modo, justificaba un tanto nuestros días.

La existencia limitada por la flecha del tiempo y una materialidad de la que, sin decir mucho, damos cuenta. A cada punto le corresponde una sola órbita, una trayectoria no se intersecta a sí misma: la muerte abstracta como un punto en la trayectoria de una t menor a la t presente ya tiene rostro y metáforas que habrá que resignificar para conservar la cordura. Podemos distinguir qué está vivo y qué ha muerto. Lo que pasa es que ahora, eso que ha muerto ha matado al resto de las trayectorias en las que un mundo compartido ya no es más que un monólogo delirante.

La relación de causalidad está dada y, sin saberlo de cierto, supongo que de eso se trata: una sensación de felicidad desmesurada no es sino antecedente incontestable y último de una honda pena futura.

Hoy, exactamente, se cumple un año de la muerte de Euler. Solemos comenzar un texto justificándolo. Prefiero cerrarlo de esta manera pues, la alternativa me haría imposible leerlo en voz alta, en un futuro, sin implicar una secuencia de llanto y lectura desastrosa.

Euler

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