Del suicidio como tragedia y ofrenda, los viajes unidireccionales a Marte y Plataforma de Houellebecq

Γ(z)
3 min readDec 10, 2022

La tipología de la tragedia humana ha logrado simplificarse y, quizá por ello, generalizarse. De todas, destaca la que justifica al suicidio: ya no como un remedio a la pérdida de sentido, sino como la decision de poner fin al lastre en el que se ha convertido la vida tras la pérdida irreparable de lo que el azar ha arrancado, imprevisiblemente, a quien, poco antes, ha dado, a raudales, -casi- como compensación por no haber encontrado un ápice de suerte en el pasado. La tragedia del hombre en el que la ausencia de coincidencias favorables se prolonga indefinidamente, hasta que, a manera de inflexión, adquiere por suerte para perder en un instante.

Por Michel, en Plataforma, puede sentirse lo que por Martín Santomé en Tregua de Benedetti. Sin embargo, soslayar la idea del suicidio como ofrenda es, de alguna manera, injusto. Más allá de un suceso trágico, la muerte por propia mano, también, encarna una forma de heroísmo y coraje. No por nada es que Wagner, tomando la mitología nórdica- destina, a Brunilda, a la inmolación en Götterdämmerung.

Y, sí. Hay algo de heroico en tomar, sin dubitación, la dicha que solo el azar puede quitarnos. También, lo hay en el hecho de aceptar que nos queda muy poco tras perder por suerte lo que por suerte se ha obtenido. La cosa está, quizá, en identificar aquello por lo que podríamos entregar la vida a manera de altar: ya porque, después, no queda nada, ya porque la concentración de placer en un parpadeo es más valiosa que una sucesión de eventos anodinos. Es posible darle un vuelco a la pregunta de Frankl. Pasar del ¿por qué no me suicido? A un: ¿a cambio de qué, podría suicidarme?

La diferencia entre la eccentricidad de la órbita que recorre la Tierra alrededor del Sol, y la de Marte (más elíptica) respecto al mismo objeto, además de la distancia al centro de la estrella (una Unidad Astronómica para la Tierra, frente a poco más de una y media para Marte) da como resultado el que, en días Terrestres, una vuelta de Marte alrededor del Sol se complete en 687 días (casi dos años Terrestres). Queremos la trayectoria más corta hacia Marte, así que nos hacemos de la órbita de transferencia de Hohmann y tomamos el promedio de longitudes para quedarnos con una órbita cuya mitad (porque se trata de un viaje sin retorno) se anda, con tecnología actual, en no menos de 9 meses. De acuerdo con la NASA, hay solo una ventana de lanzamiento a Marte, bajo dichas premisas, cada 26 meses. Entonces, sí, me iría la vida en ello y, casi tres años de viaje.

Efectivamente, no hay boleto de regreso a la Tierra y las horas estarían contadas pero, podría conocer las dunas de Nili Patera y, esperar a morir, heroicamente, a causa de la radiación o, de la exigua presión atmosférica o, de las gélidas temperaturas.

Sobre el resto de Houellebecq, no puedo dejar escapar el orden que se esconde bajo el caos. En gran medida, el ingenio de Houellebecq y el porqué vale la pena leer gran cantidad de su obra literaria está en la habilidad de darle vidas y nombres distintos al personaje de siempre, cuyo desenlace es casi un invariante -la excepción o, el remedio, podría estar en Sumisión-. Vaya, me atrevo a pensarla (la habilidad) como antípoda de la creación de homónimos.

Ahora, sobre el invariante, no me parece que el suicidio sea inherente al personaje -al menos no atribuible a él-, sino al colectivo-. Valdría la pena hacer un análisis del personaje a la luz del trabajo de Durkheim. Pienso en Durkheim porque, claramente, las ideas ya de un Camus o de un Frankl no son sino sintomáticas de la caricatura individual-racionalista del hombre. Si las civilizaciones se suicidan, como cita Houellebecq a Toynbee (Sumisión), este suicidio no puede sino manifestarse en un colectivo patológico.

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